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¡Para! Antes de hacer forward, hazte estas tres preguntas


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Imagen: Wikimedia CommonsFact - Fake News

Al poco tiempo de iniciada la cuarentena, un día amanecí con una catarata de notificaciones en WhatsApp, Facebook y Twitter. Desde diversas latitudes, mis amigos me preguntaban espeluznados: ¿Qué está pasando en Ecuador? El detonante de su alerta fueron unos escalofriantes videos de cadáveres abandonados y quemados en las calles de Guayaquil.

Su preocupación y sus expresiones de afecto eran genuinas. Sin embargo, mi alarma saltó cuando identifiqué un elemento recurrente en sus historias: todos recibieron esa información “en el chat del hijo del amigo del vecino”. Y lo más preocupante era que lo compartieron con muchos de sus contactos para “hacer conciencia”. Sin saberlo, estaban abonando a una cadena de terror.

Fue un típico caso de lo que, vulgarmente, se llama fake news. Seguramente, muchos de ustedes se estarán preguntando: ¿por qué fake news, si buena parte de lo que mostraban esos videos era cierto? Sí, el 90% de lo que se veía en esas imágenes ocurrió, pero aún así es un típico caso de desinformación. Permítanme explicarlo.

Quienes estudiamos estos procesos abogamos por usar la fórmula desinformación en lugar de fake news, porque este es un fenómeno muy complejo, que dista mucho de ser algo tan simple como noticias falsas. La desinformación puede referirse a noticias verdaderas en contextos falsos o a noticias falsas en contextos verdaderos; incluso pueden ser noticias medianamente falsas y hasta noticias verdaderas sin contexto, lo que deriva en conclusiones no válidas. De ahí que preferimos hablar de patologías o trastornos de la información, pues incluyen datos inexactos y conexiones equívocas, por lo regular, presentados de manera escandalosa y compartidos masivamente para beneficiar alguna agenda oculta.

En el caso de Guayaquil, se mezcló información verdadera (colapso del sistema sanitario en y una escalada en el promedio diario de fallecimientos de la ciudad) con datos manipulados (las fosas comunes que se mostraron eran de otro país) y se obvió el contexto (las funerarias aún no tenían claridad en los protocolos de manejo de cadáveres de pacientes de COVID-19 y el toque de queda afectó los horarios de atención del registro civil). ¿Quién dijo Pray for Guayaquil, quién cambió su foto de perfil en redes por la bandera de Guayaquil, quien acuñó un hashtag para contribuir en circunstancias tan difíciles?

Esta peligrosa combinación derivó en que mucha gente pensara que todo el Ecuador estaba colapsado a todo nivel, que se afectara la imagen país, que se exacerbaran los niveles de angustia de los ecuatorianos y que Guayaquil protagonizara las portadas más tristes de medios internacionales de peso. Tampoco observo que ahora se esté compartiendo con ese mismo entusiasmo que Guayaquil está saliendo adelante, que tiene menos fallecidos que su promedio sin COVID-19 y que llevará ventaja respecto de otras ciudades de la región donde el pico está por llegar.

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Fuente: FirstDraftnews.org. Elaboración: Albertina Navas

En consecuencia, la pregunta clave es: ¿solo porque algo es verdadero es susceptible de ser publicado y compartido con todo el mundo? Para responder, les invito a volver a lo fundamental con el triple filtro socrático de verdad, bondad y utilidad. Este se basa en las preguntas a continuación:

  • Frente a lo verdadero, pregúntate: ¿Me consta? ¿Puedo probarlo? ¿Estaría en capacidad de sostenerlo ante cualquier persona? ¿Estaría dispuesto a jugarme mi reputación por esto?

  • Frente a lo bueno: ¿Beneficia o hace sentir mejor a la otra persona o a mí mismo/a? ¿Despertará emociones positivas? ¿Mejorará la situación de las personas involucradas?

  • Frente a lo necesario o útil: Al conocer ese mensaje, ¿la vida de esas personas o mi vida mejorarán? ¿Podrían los involucrados hacer alguna acción práctica con esa información? ¿En qué les perjudicaría a mis contactos no saber esta historia?

Si no puedes responder al triple filtro con un sí rotundo o con respuestas positivas y edificantes, no lo publiques. Si viste o compartiste esos videos de Guayaquil, permíteme preguntarte: ¿pensaste en las familias de los fallecidos, en su dolor, en su angustia, en su desesperación? Eran imágenes verdaderas, pero, ¿a quién benefició compartirlas masivamente sin explicar el contexto?

Para hacer conciencia, hay que contar historias verificadas, contextualizadas y empáticas. El miedo no es factor de concienciación, hacer leña del árbol caído no es respetuoso y poner el dolor de otros como ejemplo del desastre tampoco es compasivo.

Les aseguro que una acción mucho más poderosa a favor de las víctimas hubiera sido cortar esas cadenas de terror y evitar ese mal concebido activismo de forward.

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